Christine Sinclair ganó el oro olímpico con Canadá en Yokohama
Un sueño de décadas se hizo realidad de manera insospechada
Sinclair habló de su papel cambiante en el equipo y la posibilidad de la retirada
Ha tardado mucho en llegar: 21 años, 4 meses y 26 días, para ser exactos.
Pero para Christine Sinclair, cada uno de esos 7.818 días transcurridos desde su debut internacional en marzo de 2000 –todo ese tiempo esperando una medalla de oro en una gran cita global– han merecido la pena.
“Se ve incluso más bonita [que la de bronce]”, afirmó riendo la canadiense de 38 años, mientras agachaba la cabeza para mirar con cariño a su recién adquirida presea. “Y sinceramente, no me puedo creer que haya pasado. Estoy completamente abrumada”.
“Cuando empecé a jugar con la selección, perdíamos contra Estados Unidos por 9-0. Esa era la norma. Así que formar parte de una plantilla que se sube a lo alto del podio... La verdad, nunca pensé que esto me ocurriría a mí”, aseveró.
Sinclair distaba mucho de ser la única que albergaba tales dudas. Y lo que hace aún más extraordinario a este esquivo oro es la manera en la que por fin ha llegado.
Al fin y al cabo, siempre se dio por hecho que si Canadá lograba dar la campanada en un torneo como este, lo haría con la máxima goleadora de todos los tiempos en el fútbol internacional echándose al equipo a sus espaldas. Sin embargo, no hubo acciones prodigiosas de Sinclair en Japón; y tampoco hicieron falta.
El hecho de que la ariete no haya visto puerta desde el primer partido de Canadá es bastante elocuente; al igual que el hecho de que fuese sustituida en la final cuando el partido se encaminaba a la prórroga. Pero mientras que otras jugadoras de su prestigio seguramente habrían puesto mala cara o despotricado contra la degradación de su papel en el equipo, Sinclair ha estado contenta con pasar de talismán a humilde servidora.
“He sentido esa presión [para rendir al máximo] en el pasado”, señaló. “Pero no con este grupo. Esta plantilla está bien provista. Ahora sé que simplemente tengo que hacer mi propio trabajo y todo lo que pueda para ayudar al equipo a ganar. No necesito jugar como los ángeles y al 200% para que ganemos. Y es una sensación magnífica formar parte de algo así”.
“Creo que mi experiencia sigue siendo de ayuda. Anoche pudo verse cómo Carli [Lloyd] y Megan [Rapinoe] dieron un paso al frente cuando Estados Unidos las necesitaba. Pero yo solo quiero ayudar al equipo. Si es despejando saques de esquina, no me importa. Solo quiero ayudar. Y sé que no he hecho nada especial esta noche; simplemente he hecho mi trabajo”, admitió.
Es preciso reconocer que ese “trabajo” incluyó provocar el trascendental penal que significó el empate para Canadá y encarriló su dramática victoria. Sin embargo, Sinclair quiso repartir los méritos entre otras protagonistas, desde la “crucial” heroína en los penales Stephanie Labbé hasta Bev Priestman, la seleccionadora que ha supervisado esta insospechada historia de éxito olímpico.
“Bev ha cambiado la actitud de este equipo”, subrayó. “Me perdí la primera concentración con ella y, cuando volví para la segunda, ya pude ver que había infundido un sentimiento de fe, de confianza, de valentía, que no habíamos visto antes”.
“Ahora jugamos aprovechando nuestros puntos fuertes. Sabemos defender –somos un equipo de primer nivel defendiendo– y tenemos velocistas de 100 metros arriba. Y Bev, definitivamente, ha aportado eso a nuestro equipo”, añadió.
Sinclair, no obstante, no podía despedirse cariñosamente de Yokohama sin que la atención volviese a centrarse en ella. La pregunta inevitable era: ¿Y ahora qué?
Cuando una plusmarquista mundial de 38 años cumple el sueño que ha estado persiguiendo durante más de dos décadas, es lógico pensar en la tentación de retirarse en lo más alto…
“¡No me preguntes eso! Por lo menos déjame disfrutar primero de dar la vuelta triunfal”, respondió sonriendo.
“Me prometí a mí misma antes de este torneo que, pasase lo que pasase aquí, no tomaría una decisión llevada por la alegría o por el dolor. Y voy a mantenerme fiel a eso. Así que sí, ¿quién sabe? Hay un Mundial por ahí, así que ya veremos…”, concluyó.
La idea de ver a Sinclair luciéndose en Australia y Nueva Zelanda dentro de dos años, naturalmente, encantará a los muchos admiradores de una magnífica jugadora y maravillosa embajadora de su deporte. Pero tanto si sigue jugando como si cuelga las botas, la mejor futbolista en la historia de Canadá ya podrá hacerlo como la más digna de las medallistas de oro.